Limpiar y cuidar la tarima flotante es muy fácil. No son necesarios grandes trucos ni tampoco recetas mágicas, solo cuidados básicos que serán los mejores para este tipo de suelos.

El primer paso, retirar el polvo

Para retirar el polvo y suciedad que pueda haber acumulados en la tarima flotante hay que pasar una escoba o una mopa. A veces, tenemos la costumbre de pensar que las mejores escobas son aquellas que son más fuertes pero no es así. Las escobas fuertes de cerdas muy duras están pensadas para limpiar alfombras.

Para un suelo de este estilo necesitas una escoba muy suave que arrastre el polvo y la suciedad pero que no rasque el suelo. Usa la escoba cuando haya mucho polvo o cuando haya restos más gruesos como migas de pan o arenillas.

Si usas una mopa no utilices ningún producto. Es preferible que uses una de las llamadas ecológicas, ya que recoge todo el polvo sin tener que usar sprays que dejan residuos. La mopa es perfecta para suelos que están bastante limpios y de los que solo hay que limpiar el polvo.

Tanto si se usa la escoba como la mopa es importante limpiar siempre en la misma dirección que están las láminas. Esto se hace así porque de otro modo la porquería se va introduciendo en las ranuras haciendo complicado luego el quitar la porquería.

Por supuesto, se puede usar una aspiradora si se quiere. Es una buena solución y aunque algunas personas no confían en las aspiradoras porque creen que pueden arañar el suelo, lo cierto es que traen cepillos muy suaves que ofrecen todo el cuidado.

El segundo paso, fregar

Una vez que el suelo está limpio de polvo y de suciedad se puede fregar, aunque no es necesario ni recomendable hacerlo cada día. Lo mejor es fregar tan solo una o dos veces por semana como parte de una limpieza a fondo.

Usa un limpiador neutro que sea respetuoso con la madera. Incluso si tu suelo no es de madera, este tipo de limpiadores cuidan muy bien los materiales sintéticos. No pongas mucho limpiador, no quedará mejor porque haya más espuma o más jabón, sino todo lo contrario.

Escurre muy bien la fregona pues si el agua se cuela por las rendijas puede acabar dañando la tarima. Limpia siempre en la dirección de las láminas y aire bien la casa para que seque lo más rápido posible.